24 de noviembre de 2012


¿Por dónde empiezan a llorar las palabras?
Es muy arriesgado perder la(s) forma(s),
moldear la innata estructura causa pavor,
pero me repito: ordenar es buscar la mejor forma.

¿Por qué nada digo y sólo gano tiempo?
¿Y si en realidad nada ha existido?
Si tuvieran la locura de la franqueza,
¿qué se dirían las personas, unas a otras?
Atreverse es de cobardes.
Estos, hablarían sin palabras;
los valientes buscarían el lenguaje natural,
y adaptarían el discurso al medio.
Pero yo soy esa que anda por cuerdas flojas
porque tengo complejo de funambulista insaciable.
El propio vértigo es el mismo motor que me roba
el aire y me conduce.

Vivir la vida en vez de la propia vida está prohibido.
¿Latir es ser persona?
Vivir no es valentía,
la valentía es saber que se vive.
Vivo, viviré siempre y he vivido,
pero les advierto:
será por última vez.

3 comentarios:

Verónica Calvo dijo...

Efectivamente: vivir no es valentía, es saber que se vive y me atrevo a decir que vivir como uno quiere y siente.
Sin más.

Por última vez.
También yo.

Juan A. dijo...

Emocionas, sabes?

Eres un demiurgo dando forma a la materia primigenia, ordenando el caos, dotando de estructura armónica aquello que en su origen es sólo mineral confuso.

m. dijo...

Adoro como escribes. Y jamás me cansaré de repetírtelo.

Toma, una sonrisa.