14 de mayo de 2014

Relato el sueño que irrumpe:
disfruto la fortuna, dispongo del privilegio de la despedida.
Aparece, le acaricio la mano, ella besa mi mejilla
y su sonrisa está más triste que nunca.
Enuncio lo pretendido,
expreso las fórmulas
sin intención de resolverlas,
ya no hay tiempo.
Me armé con esfuerzo y entoné:
“Eres la causa más bonita que detiene
el mundo cada vez que te miro.
En tus brazos adivino el hogar,
tus pupilas representan el porvenir
y me siento tan boyante
que hasta fantaseo con permanecer allí.
(Pero no lo pretendo, ya lo sabes)
Deseo que tus alas cobren tanta fuerza
que sean indestructibles,
ambiciono tu vuelo,
espero advertirlo, desde lejos,
en el cielo azul o rojo o de todos los colores
donde los pájaros juegan
sin importarles los demás.
No desatiendas tu naturaleza,
de vez en cuando es apetecible
posar en algún alféizar a recuperar energía.
Con esto no reivindico insistencia,
quizá ya lo seas,
quizá nunca llegue el día,
pero no lo olvides:
yo te quiero libre”.

Qué pena necesitar la inminencia de la muerte
para ejercer tal enunciación.

10 de mayo de 2014

Somos tan efímeros
que cualquier día
los besos dados
no(s) serán devueltos.

3 de mayo de 2014

Me sentí rutinaria en sus brazos
como si los recorriera día sí
y día también,
con la pequeña diferencia
de habitarlos solo
cuando la mente no piensa,
y el corazón siente.
Me habló de alas, pero de las reales,
de esas que se sienten en la espalda
cuando te soplan al oído:
eres libre.
Y tú, idiota, te lo crees.