25 de enero de 2013


Quítate la máscara, desnúdate,
no eres la carne que puedes tocar, y sin embargo así lo crees.
Despójate y busca su lengua,
húndete en sus salivas,
deposítate en ella, entre sus ingles.
Avanza,
atraviesa,
vadea lagos,
sortea recodos,
siente cómo se expande toda,
cómo se engancha y se contrae,
aprisiona, hasta ti misma.
Juega a meterte entre sus sábanas,
a mezclarte con su champú,
recorre todo su cuerpo contando lunares,
baila con su sonrisa,
cuélate haciendo piruetas entre sus dientes.
Deja paso a tus dedos,
mata todos los sentidos: quédate sólo con el tacto,
admite que los pelos se pongan como escarpias.
Vas a abrir las alas de par en par
y vas a volar hacia lo más alto,
dejarás atrás las estrellas, disfrutando de las vistas desde la cima.
Pero ya tienes una máscara de por sí
y te pones una sobre otra
-tanto exteriores como interiores-,
hasta que te olvidas de tu propio aspecto.
Atiende: te darás cuenta de que no sabes quién eres, ni qué quieres.
No sin matices, no sin condiciones.
Deja de volar, cierra las alas, sofoca el sueño
y ponte, al menos, una máscara humana.

6 comentarios:

Juan A. dijo...

H-o-s-t-i-a.

Verónica Calvo dijo...

No sin matices, no sin condiciones.

Qué gran verdad.

Sue dijo...

Sugerente y precioso poema.

Un saludo.

Imaginativa dijo...

Desgarrador...

Me encanta cómo d-escribes los sentimientos que se encuentran en lo más hondo de nuestro ser.

Saludos.

Nerea Delgado dijo...

Quedarse solo con el tacto :-)

Juan A. dijo...

"Historia universal de la infamia". Por ejemplo.

Besicos.