4 de noviembre de 2013

Eres la mano que me empuja hacia adelante
abandonándolo todo, si compete,
enseñando a cada instante
la posibilidad de ahogarnos
en el hueco profundo de tus brazos,
mostrando la lección sobre la felicidad:
nada es demasiado importante,
salvo el amor de una madre.

Con los años he aprendido a estimar
el afecto, la devoción, la querencia, la protección
que todo tu cuerpo nos ha trasmitido.
Ahora aseguro que eres la mejor madre
que unos ojos han podido ver nunca.

1 comentario:

Darío dijo...

Con los años, porque es una construcción, definitivamente. Un abrazo.