24 de marzo de 2013


Ya no toco su vida, su soledad, su frente,
yo no soy en su noche más que un lago, una copa,
un profundo sueño,
en que puedes ver aun cerrados los ojos
la oscuridad,
el anticipo de la muerte,
un día frío, el que espera
y llega y se entrega a la noche, a una boca,
al olvido total que lo ciega.
Ser cuerpos tendidos, concretos,
sometidos, felices, dorados, anudados,
olvidando la sombra detenida.
Entré en sus brazos
entre mis brazos
entre las sábanas
entre la noche
entre la sombra
entre las horas
entre
un antes y un después.
No llegaré a saber por qué ni cómo, nunca
ni quién fuiste, ni qué fui para ti.
Tal vez no fue vivir este estar silenciosa
y este terco sentir debajo de su sonrisa.
Quizá debí quedarme en los amores quietos
en vez de buscar el evadido, el despojado,
el ser puro.

No me abrazarás nunca como esa noche, nunca.
No volveré a tocarte, no me verás morir.

4 comentarios:

Juan A. dijo...

Has sonado apocalíptica y heterodoxa.

Sístole dijo...

Tocar o no tocar. ¿Qué es lo que mata?
En cualquier caso, no mueras. Por favor.

Unknown dijo...

No te quedes nunca en los amores quietos. Suenan menos peligrosos. Son arenas movedizas.
Besos.

Sandra Garrido dijo...

esto es una belleza, comienzo a saborear el caramelo.

;)