22 de mayo de 2012

Una sombra de humo empaña los cristales.


La penumbra del subsuelo recorre en mí un hilo de incertidumbre
agravándose conforme se precipita el tiempo.
Debo descender al fondo del pozo
y encontrar las estrellas derruidas,
amargas y tenues sostenidas bajo ese fútil revestimiento.
Las corazas construidas con tanta pasión
y sutileza aún no han perdido el color férreo,
continúan preservando sin atenuar su vestimenta.

Tú, la más envidiable de las reinas
porteas el carro al castillo encabezándolo a tu mejor manera;
no obstante para jugar debes desasir las riendas
y vivir el momento, como tal obras, exenta de moderar cada suceso.
Comprendo que nunca se modelará nada, porque nada es nada,
entretanto surcaremos mares
que no son océanos,
y recorreremos ciudades perfumadas de pasado.
Aun sabiendo la insuficiencia de las sonrisas,
se ha hecho de noche durante la contemplación.
El desconocimiento del límite quizá sea lo más medroso,
incluso percibiendo el exiguo porvenir.
Sin embargo ya nada me compete,
por tanto, juguemos mientras podamos.

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