La
penumbra del subsuelo recorre en mí un hilo de incertidumbre
agravándose
conforme se precipita el tiempo.
Debo
descender al fondo del pozo
y
encontrar las estrellas derruidas,
amargas
y tenues sostenidas bajo ese fútil revestimiento.
Las
corazas construidas con tanta pasión
y
sutileza aún no han perdido el color férreo,
continúan
preservando sin atenuar su vestimenta.
Tú,
la más envidiable de las reinas
porteas
el carro al castillo encabezándolo a tu mejor manera;
no
obstante para jugar debes desasir las riendas
y
vivir el momento, como tal obras, exenta de moderar cada suceso.
Comprendo
que nunca se modelará nada, porque nada es nada,
entretanto
surcaremos mares
que
no son océanos,
y
recorreremos ciudades perfumadas de pasado.
Aun
sabiendo la insuficiencia de las sonrisas,
se
ha hecho de noche durante la contemplación.
El
desconocimiento del límite quizá sea lo más medroso,
incluso
percibiendo el exiguo porvenir.
Sin
embargo ya nada me compete,
por
tanto, juguemos mientras podamos.
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