Háblame
mientras saboreas mi piel. Las palabras que no se escuchan son las que más se
sienten. Besa cada recoveco que se queda sin aliento y sóplale, para que
respire. Para que te respire. Róbame el sentimiento atrapado en mi pecho. Cada
beso, aliento, minuto que está sin estar. Alégrame los despertares con un
abrazo lleno de insomnio, con una sonrisa dormida, con el roce de tu piel sabor
café. Huye cada vez que te acerques, que me deleita. Me complace que te vayas
bailando entre sonrisas, que cada beso tenga un final, que cada abrazo sea
exiguo. Usurparé las miradas insaciables para retenerlas en el recuerdo.
Memorizaré cada segundo compartido. Alabaré cada incertidumbre.
Danza
en los despertares con la música de las sonrisas, con los abrazos, con el frío,
con lo jamás nombrado, con la indecisión, con las miradas dichas sin decir, con
el miedo, con la huida y la venida, con el todo y la nada al mismo tiempo.
Baila. Baila sin tropiezos y sin límites. Baila hasta que la música se termine
o hasta que cambies de canción.
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