Relato
el sueño que irrumpe:
disfruto
la fortuna, dispongo del privilegio de la despedida.
Aparece,
le acaricio la mano, ella besa mi mejilla
y su
sonrisa está más triste que nunca.
Enuncio
lo pretendido,
expreso
las fórmulas
sin intención
de resolverlas,
ya
no hay tiempo.
Me
armé con esfuerzo y entoné:
“Eres
la causa más bonita que detiene
el
mundo cada vez que te miro.
En
tus brazos adivino el hogar,
tus
pupilas representan el porvenir
y me
siento tan boyante
que
hasta fantaseo con permanecer allí.
(Pero
no lo pretendo, ya lo sabes)
Deseo
que tus alas cobren tanta fuerza
que
sean indestructibles,
ambiciono
tu vuelo,
espero
advertirlo, desde lejos,
en
el cielo azul o rojo o de todos los colores
donde
los pájaros juegan
sin
importarles los demás.
No
desatiendas tu naturaleza,
de
vez en cuando es apetecible
posar
en algún alféizar a recuperar energía.
Con
esto no reivindico insistencia,
quizá
ya lo seas,
quizá
nunca llegue el día,
pero
no lo olvides:
yo te
quiero libre”.
Qué
pena necesitar la inminencia de la muerte
para
ejercer tal enunciación.
4 comentarios:
Será la muerte el motor de todo deseo?
El sueño casi se atrapa en la mejilla, y no sé si la muerte lo ejerce, pero lo que estoy segura es que tus letras le dan vida.
Besos
Morir tantas veces como lo exija el guión.
Te abrazo intenso.
:)
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