Eres la
soledad sin nombre,
este
buscarte en el tiempo,
descalza,
despeinada,
en los
anchos pasillos de los días.
Anhelo
acariciarte cerebralmente,
meterme
en tu corazón y explotar,
esbozar
planos con pasados, presentes y futuros,
arrojada
en la existencia
creerme
una arquitecta del tiempo.
Perdona
si estoy triste
y me
atrevo a implorar las señas de tu cuerpo,
sólo
debes sobrevolar el espacio que ocupo,
lanzarte
valerosa sobre mis ojos,
devorar
la lágrima que convive conmigo
formando
un espacio que limite la fuerza de tu nombre.
Voy
corriendo sin parar
y
siempre regresando,
declaro
insistencia:
en la
fragilidad está la fortaleza.
2 comentarios:
No hay que pedir perdón por estar triste. Estar triste es muchas veces tan hermoso. Esta vez casi más, diría.
Estoy de acuerdo con Juan Antonio, no hay que pedir perdón por estar triste.
Hoy me identifico en demasía con tus palabras...
Saludos.
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