16 de julio de 2012

Cuando alguien muere cambian sus retratos.


Arañan las paredes recordando el cierre,
recogiendo todo el silencio de la noche.
Aún se oye la risa, las lágrimas fluyen,
y el beso cubre el corazón como un sello,
imborrable, único,
mas no dura mucho.
Rememorar el olvido de aquel ser causa
el recuerdo celebrado en su momento,
pero ahora:
¿qué puedo darte como recuerdo que no sea la sombra?
¿Para qué, una sombra?
Arrollo un drama quemado del que no quedan siquiera cenizas.
Siempre he odiado que sintieran lástima de mí,
por eso escupo el rumor apenas audible.
Me recuerdas a aquella bebida insípida
que no apagaba la sed.
Fue el día esperado recorriendo el camino inverso
donde descubrí el fin.
Ya no eres quién para torturar mi esencia
ni para darme fiebre, insomnio o sofocos.
Ahora olvido mejor que los olvidadizos.

2 comentarios:

Sístole dijo...

El beso, ese beso que recubre el corazón es la clave para que el recuerdo sea siempre recuerdo, por muy olvidadiza que puedas llegar a convertirte. Hay cosas que jamás se olvidan.

Gracias por pasarte, y por, sobre todo, dejar tu rastro.

Imaginativa dijo...

No creo que cambien sus retratos siempre y cuando guardes todo su cariño en los recuerdos, que por muy olvidadizos que puedan convertirse, son los más sinceros.

Me encantó. Un saludo.