Me
sentí rutinaria en sus brazos
como
si los recorriera día sí
y
día también,
con
la pequeña diferencia
de
habitarlos solo
cuando
la mente no piensa,
y el
corazón siente.
Me
habló de alas, pero de las reales,
de
esas que se sienten en la espalda
cuando
te soplan al oído:
eres
libre.
Y
tú, idiota, te lo crees.
3 comentarios:
Pues sí, ni coma que añadir, crédulas somos.
Oye, gracias por tu más que generoso comentario en mi casa.
Te leo.
aferrarse a una mentira no es tan malo si queremos soportar tanta realidad.
Es un vuelo este poema.
Las alas y su maravillosa peculiaridad: solo nacen cuando te las crees.
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